Y entonces ella, cerró sus oídos y apartó la vista lejos de la muchedumbre. El viento azotaba sus mejillas como si quisiera arrebatarle una caricia que envidiaba, más el calor se calaba por su piel y calentaba un corazón que al descompás latía.
Si alguna lábrima cayó, el huracán del sentido presente se la llevó, dejándola desprovista de recuerdos que anhelar o tristezas que sentir.
Se encontraba en el mejor punto en el que una persona puede hallarse, “el momento presente”, en consonancia con su alrededor más cercano y más lejano, formando parte de un mismo universo.
